La mujer ha sido protagonista en la elaboración de cerveza en muy distintas civilizaciones a lo largo de la historia. Cierto es que desde la industrialización, momento en el que se disparó la producción de cerveza y su desarrollo comercial, los hombres han ocupado los papeles protagonistas en cuanto al negocio de la cerveza, pero el balance se ha ido equilibrando con un mayor protagonismo de la mujer desde finales del siglo XX aunque sin llegar todavía a la igualdad.
Este panorama no era así en el pasado más lejano, cuando la cerveza se elaboraba a menor escala y de forma mucho más casera, siendo principalmente mujeres las que se encargaban entonces de su producción.
En casi todas las civilizaciones, la elaboración de bebidas fermentadas a partir de cereales era una actividad que se unía a una serie de tareas de las que solían ocuparse las mujeres, como la recolección y la elaboración gastronómica. Hay registros arqueológicos que confirman esta división de tareas y que relacionan al hombre a otras actividades como la caza, la pesca o la guerra. Así mismo, en la cultura de muchas civilizaciones antiguas las deidades asociadas a la cerveza eran personajes femeninos, viéndose lo importante que era el papel de las mujeres como elaboradoras de la bebida.
En época del Imperio Romano, especialmente en las zonas habitadas por los “bárbaros” en las que había mayor hábito de consumo de cerveza, las mujeres se encargaban de la producción que abastecía a toda la comunidad.
Es en la Edad Media y principalmente en los monasterios donde comienza a ser frecuente la elaboración de cerveza por parte de los hombres, cerveza que solía destinarse para el consumo interno de la comunidad y poco a poco también para la venta.
En Inglaterra, ya desde época medieval, existía una figura conocida como “alewife” que hacía referencia a las mujeres que elaboraban cerveza, aún a pequeña escala pero ya como trabajo lucrativo. Era muy común que se tratara de viudas que buscaban una forma de obtener recursos para mantener a su familia.
Quizá una de las figuras femeninas con mayor trascendencia para la historia de la cerveza ha sido la de Hildegarda de Bingen, religiosa alemana de la Orden de San Benito que vivió entre 1098 y 1179. Entre las muchas actividades a las que dedicó su vida, como la música y la literatura, hizo estudios de medicina que propiciaron algunos avances para la época y redactó un compendio sobre el uso del lúpulo como planta medicinal, destacando sus bondades para combatir determinadas patologías y como agente antimicrobiano. Por supuesto, también destacó sus beneficios como ingrediente en la elaboración de cerveza, en un momento que se utilizaban distintas plantas para aportar aroma y amargor. Sus estudios supusieron un gran impulso a su expansión e inclusión en diferentes estilos cerveceros.
Mucho tiempo después, con la progresiva industrialización ocurrida durante los siglos XVIII y XIX, es cuando el papel de la mujer cede protagonismo en la producción de cerveza, que pasa de una escala doméstica a una escala empresarial y que desemboca en la aparición y desarrollo de las grandes compañías cerveceras que conocemos hoy.
Durante los últimos años son cada vez más las mujeres que trabajan en el sector cervecero, recuperando ese protagonismo de antaño, y cualquiera que se dé una vuelta por nuestros bares y tiendas más cerveceras comprobará como el interés por este producto milenario acapara la atención por igual de mujeres y hombres, rompiendo afortunadamente algunos arquetipos del pasado.