La cerveza está presente desde tiempos inmemoriales, y en la actualidad es una de las bebidas más internacionales y conocidas mundialmente como protagonista de reuniones, de momentos de felicidad y desconexión. Veamos cómo llegó a España y de qué forma su consumo ha ido evolucionando hasta convertirse en uno de los iconos imprescindibles de nuestra cultura.
Orígenes de la cerveza: caelia
Los primeros indicios que evidencian la cerveza en España fueron con los pueblos íberos. Concretamente en Barcelona, en la cova de Can Sadurní se descubrieron restos de producción de cerveza en el periodo 5.500- 4.000 a.C.
Su aspecto, que nada tenía que ver con la cerveza actual, era una bebida fermentada de los celtíberos conocida como “Caelia”, que estaba elaborada con cereales (a base de cebada y trigo) y cuyo consumo era bastante habitual. Con la romanización pasó un poco a un segundo plano en favor de otras bebidas como el vino, y con los árabes se esfumó más aún todavía, ya que no tenían costumbre de beber.
Fue durante la Edad Media cuando la práctica totalidad de la elaboración de cerveza quedó en manos de los monasterios, pero no será hasta el S.XVI cuando retome especial protagonismo en España, especialmente gracias al emperador Carlos V, que como gran aficionado a esta bebida, la trajo de nuevo desde Flandes.
Carlos V y el resurgir de la cerveza en España
Desde el paso de los romanos por nuestro país, la cerveza se consideraba una bebida que en cierto modo era vulgar, consumida por bárbaros y vikingos. Fue con la llegada del emperador Carlos V a España, gran bebedor e icono para muchos cerveceros, cuando empezó a tomar otro cariz. A partir de este momento la cerveza marcó un antes y un después en nuestro país.
El rey de la saga de los Austrias venía de Flandes, y allí su consumo era muy habitual. Se encargaba de traer las cervezas importadas de la zona, y a través de varios maestros cerveceros que él mismo se encargó de llamar, se pusieron en marcha varias fábricas.
Unas cuantas en Madrid gracias a la calidad del agua de la ciudad, y otra en el Monasterio de Yuste (Cáceres), en el que mandó construir una pequeña fábrica durante su retiro y en los años previos a su muerte. Su hijo Felipe IV continuó la tradición de la producción cervecera y asentó la elaboración a orillas del río Manzanares en Madrid. Durante todos estos años la cerveza fue un monopolio estatal hasta que en el año 1701 se liberalizó y nacieron varias empresas dedicadas a la elaboración de cerveza.
El final del S. XIX fue decisivo para la cerveza
Sin embargo y a pesar de la difusión que le dieron los Austrias, la cerveza se resistía un poco entre las clases populares. España es un país con bastante tradición de vino ya que nuestro clima favorece el cultivo de viñas, por lo que el vino era bastante bueno y barato durante la época.
Habrá que esperar hasta a finales del S. XIX, en parte gracias a los avances tecnológicos como consecuencia de la revolución industrial, para dar rienda suelta al despegue de las grandes sagas cerveceras en España. Se empiezan a abrir varias fábricas y en la primera década del S.XX ya se cuentan con grandes compañías de cerveza que aún siguen cosechando éxitos. Mahou, fundada en 1890 (Hijos de Casimiro Mahou), El Águila en 1900, Cruzcampo en 1904, y Damm (1910). En 1906 nace en Galicia Estrella de Galicia y en 1925 Cervezas Alhambra.
A partir de este momento las producciones cerveceras son imparables. El acta en el que consta la creación de la Asociación de Fabricantes de Cerveza data del año 1922. Será con la Guerra Civil cuando se frenará por falta de materias primas.
A partir de los años 50 la cerveza se vuelve social
Es con la posguerra y la reactivación del país, cuando la cerveza empieza a entrar en los hogares. Se crea un nuevo envase, la popular “litrona”, y con la caña y otros formatos la cerveza se vuelve protagonista de los bares y terrazas.
Al mismo tiempo y junto al desarrollo y despliegue tecnológico de las grandes marcas cerveceras, llegan el turismo y las cervezas de importación. Desde este momento el consumo de cerveza se establece como uno de los máximos exponentes de nuestra cultura, afianzado al tapeo y a la buena gastronomía que no ha parado y sigue en pleno auge hasta nuestros días junto con otra gran tendencia: la premiumización de la cerveza y su inclusión como un componente básico para maridar, saborear y disfrutar en los momentos de desconexión.